EQUIDAD
Incentivar el compromiso de los hombres con el cuidado de los otros y las otras –una tarea que suele estar exclusivamente en manos de las mujeres– puede ser una estrategia para evitar la violencia de género. Al menos así lo entienden en Noruega –país que Las12 visitó por invitación de su embajada en Argentina–, el lugar en el mundo con los mejores estándares de equidad entre varones y mujeres después de Islandia. Con esa consigna se ampliaron hasta tres meses las licencias por paternidad y hay cupo masculino para puestos docentes en guarderías, jardines de infantes y para la carrera de enfermería. El resultado es fácil de advertir: en cualquier plaza se ve a hombres solos lidiando con sus bebés y todo lo que implican, cambiando con esa sola tarea buena parte del estereotipo masculino heterosexual.
–No puedo hablar de masculinidad, en todo caso de masculinidades. Pero si tuviera que arriesgar una definición podría decir que es el conjunto de ideales o la imagen de nosotros mismos por la que luchamos para vivir nuestra vida más plácidamente.
–¿Qué es lo que no les compraría?
–Nada rosa para mi hija –dice y se queda pensando–, aunque la verdad es que tengo que confesar que nunca compré una muñeca para mi hijo.
–¿Por qué?
–Por homofobia, supongo.
El tópico podría abrir la reflexión que seguía.
-En Noruega es completamente natural que un hombre lave los platos. Hemos llegado muy lejos en equidad de genero. -Si, me imagino que es facil llegar a esa igualdad de genero en un pais donde todo el mundo tiene lavaplatos.
Olden Bredesen Nordfjell elije una palabra para sus aspiraciones que denota un cansancio que puede enumerar: no quiere que le exijan tener erecciones a demanda, no quiere que cada vez que se retrata el peligro tenga cara de hombre –sobre todo si no es rubio–, no quiere satisfacer las expectativas culturales de las propagandas de cerveza. Placidez es lo que busca; no habla de libertad, tampoco de igualdad. Como hombre que es, sabe de los privilegios de su género; sus demandas son moderadas. Pero además vive en Oslo, Noruega, un país con un PBI que duplica al de Alemania, multiplica por cinco el de Argentina y tiene una ventaja comparativa importante a la hora de pensar en el género desde la perspectiva masculina: en el país en el que Olden vive y se preocupa por el peso de los estereotipos, la brecha de género fue declarada como la más pequeña del mundo en 2010 y la segunda más pequeña en 2011 –detrás de Islandia.
–Aquí no podemos pensar el género sólo desde la perspectiva de las mujeres –dice el hombre y pide disculpas antes de retirarse para atender el teléfono que suena en una pequeña oficina lindante a ésta en la que habla y proyecta un power point para describir su trabajo en el Resource Center for Men (Reform).
línea reform: resource center for men
Acaba de atender a un hombre que llamó a la línea de ayuda del Reform esperando encontrar algún argumento que lo convenza de desistir de pagarle a una mujer para tener sexo. No encontró ninguno mejor que la multa de un sueldo completo que podría cobrarle el Estado si lo encuentra in fraganti cerrando esa “operación”. “Un comportamiento compulsivo no se detiene por la amenaza de una multa”, dice Olden, impotente. ¿Para qué llama entonces? Es la pregunta que se cae de madura mientras acude, rápida, al imaginario la escena de Buscando a Nemo en la que un grupo de tiburones trata de convencerse de que los peces son amigos y no comida. “Este programa es de los más recientes. Tenemos grupos de reflexión para consumidores de prostitución y también la línea de ayuda que funciona como otras líneas en relación con adicciones: mientras llaman logran aplazar la compulsión.”
La penalización del “cliente” de prostitución
se sancionó en Noruega en 2008 y su primer efecto, dice Olden, fue visual: desapareció prácticamente la oferta de sexo en la calle, aunque eso no quiere decir que haya desaparecido el trabajo sexual ni tampoco la trata de personas. “Pero para nosotros se abrió la posibilidad de poner palabras donde no las había. Estas llamadas pueden derivar en una visita a nuestro centro, encontrarse con otros hombres, pensar en conjunto por qué insistimos en determinadas conductas. Nada de esto hubiera sucedido si el Estado no hubiera tenido una política en este sentido que no persigue a las trabajadoras sexuales pero sí fue un golpe para los tratantes. Hablar de por qué decidimos pagar por sexo es hablar de la masculinidad también. De lo que se espera de los hombres: que seamos agresivos sexualmente, que tengamos muchas relaciones. Desde el Reform queremos buscar otro tipo de imágenes, la primera es la del cuidado hacia los otros, algo que está en las antípodas de pagar por sexo. Y también en las antípodas de la violencia. Y no se puede terminar con la violencia de género si no se trabaja con los hombres.”
En el Reform, Olden Bredesen se prepara para su reunión del día con el grupo de hombres que buscan aprender a manejar su violencia. La mayoría de ellos han sido derivados de juzgados; los menos llegan por voluntad propia, a veces incentivados por algún familiar.
Documento: " papel blanco": hombres, roles msculinos y equidad de género.
“El cuidado de las personas es un comportamiento que debe ser estimulado en los hombres. El cuidado de los otros es, en muchas maneras, lo opuesto a la violencia. Y también es una importante habilidad para la crianza de los niños y para pasar tiempo con ellos, tanto en la casa como en la educación temprana y en la escuela. Dentro del campo del cuidado de las personas mayores, como en la enfermería en general, los hombres pueden jugar un rol significativo. Hombres y mujeres se enferman y necesitan cuidados, deberían tener el derecho de encontrar gente de ambos sexos como cuidadores”, dice en un tramo el documento conocido como “Papel Blanco” que el gobierno de Noruega entregó al Parlamento en 2009 y que trataba sobre “Hombres, roles masculinos y equidad de género”. Elaborado por un Comité sobre Roles Masculinos que empezó a trabajar en 1991, este documento le dio al Storting (Congreso) la responsabilidad de evaluar medidas legislativas para apoyar la equidad de género desde una perspectiva masculina. En los casi 20 años que pasaron desde la formación del Comité hasta la presentación del Papel Blanco, la vida de los hombres ya había cambiado suficiente: mientras en los ’90 el 95 por ciento de los noruegos decían que las que cocinaban en su casa eran las mujeres, en 2007 sólo el 48 por ciento respondió lo mismo.
Lenguaje no sexista
En esas mismas dos décadas se fueron eliminando del lenguaje político, legislativo y de los textos escolares las declinaciones de los sustantivos que indicaban género –una forma de inclusión simbólica que en español parece imposible o al menos tiene tantas resistencias que, lejos de merecer consideración, suele generar todo tipo de malos chistes. En los ’90 los padres trabajaban fuera de casa doce horas y media por semana más que las madres del mismo hogar. En 2005 la diferencia ya era de 8 horas. En los ’90, los hombres ni siquiera tenían una cuenta para el trabajo doméstico no remunerado. En el 2000, ya se contaban 2.40 horas para hacer las comprar, cuidar a los chicos, limpiar la casa, contra las 4 horas que invierten las mujeres. En los ’90, menos del 10 por ciento de los padres tomaba la licencia por paternidad. En 2011 más del 90 por ciento de los padres toma alegremente las 12 semanas que les corresponden hasta que el hijo o hija cumpla un año.
Licencia por paternidad
Fue después de la presentación del Papel Blanco que se legisló la licencia por paternidad y se la extendió a 12 semanas con la posibilidad de sumar otras dos con las que los trabajadores y trabajadoras ya contaban para tomarse cuando alguien de la familia se enferma o necesita atención. Esas 12 semanas se suman a los nueve meses que tienen las mujeres gestantes –la salvedad es necesaria ya que el matrimonio entre personas del mismo sexo es ley desde hace 10 años, en caso de adopción, la licencia puede dividirse de común acuerdo– para permanecer junto a sus hijos o hijas. Los padres o parejas de las gestantes pueden tomarse su licencia al mismo tiempo o por separado, opción más común ya que así se cubre el primer año de vida, el único que no está cubierto por la educación pública que arranca apenas los niños y niñas aprenden a caminar.
FEMICIDIO
En lo que va de este año, ocho mujeres fueron asesinadas por sus parejas o ex parejas. Pero son casi mil las que acuden a los centros de crisis y a los refugios donde pueden pasar hasta un año completo si la situación de violencia que atravesaron lo amerita o si el golpeador ha demostrado no respetar las restricciones de acercamiento. Ese número de muertes no puede compararse con ningún parámetro de América latina, tampoco de nuestro país donde prácticamente muere una mujer por día por el hecho de ser mujer. Las comparaciones son injustas y hasta insultantes –por las variables económicas, sociales, demográficas, geográficas y etc.–. Cierta sensación de ser la buena salvaje mientras que aprende de urbanidad en contacto con la civilización se pega en el cuerpo como una pátina. Sin embargo, hay algo que se revela –o se rebela– frente a la voluntad política puesta en, por ejemplo, sostener un Ministerio de Niños, Equidad e Inclusión; en el acceso al aborto legal y gratuito sin más trámite que la demanda en consultorios médicos –las adolescentes tampoco necesitan estar acompañadas de sus padres o madres–; en la exigencia por ley de que en todas las empresas que cotizan en Bolsa los directorios estén integrados al menos por un 40 por ciento de mujeres; en las campañas públicas para alentar a los hombres a convertirse en maestros jardineros, enfermeros y otros oficios ligados al cuidado de los otros. Y en gestos más sencillos pero con un poder simbólico persistente: basta mirar la cartilla de seguridad que se usa en los aviones de la empresa noruega de aviación. Allí no hay una azafata de cintura mínima mostrando las salidas de emergencia y cómo colocarse la máscara de oxígeno. Hay hombres. Hombres que se ponen delantales para servir las bebidas durante el vuelo, igual que lo hacen sus compañeras mujeres.
Educación sexual en las escuelas
Tone trabaja a diario en la elaboración de materiales para docentes en escuelas primarias y secundarias y también en la revisión de los libros de texto. “Tenemos una semana que se dedica, a partir de sexto grado, a reflexionar sobre la sexualidad, también desde una perspectiva del goce. Hasta hace dos años, la edad de iniciación sexual era de 17 años, tanto para los chicos como para las chicas; aunque podría haber bajado. Junto con el Ministerio de Niños y Equidad también dialogamos con las empresas para desalentar las publicidades sexistas, los estereotipos de belleza, la oferta de juguetes dividida también estereotipadamente por género. Pero sabemos que la mejor herramienta es tener una postura crítica desde la educación contra esa oferta global que sigue exigiendo músculos a los varones y minifaldas a las mujeres.”
FUENTE. LA 12 - Por Marta Dillón
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