martes, 21 de mayo de 2013

LA INFERIORIDAD FEMENINA, UNA CONSTRUCCIÓN SOCIAL


Como ya sabemos, existió y aún existe una desigualdad estructural entre mujeres y hombres. Esta desigualdad que es la causa y consecuencia de la violencia que sufren las mujeres por el solo hecho de ser mujeres, siendo una forma de perpetuar la dominación masculina, está fundada por una construcción cultural que determinó que la mujer era inferior al hombre, y por ello debía ser “naturalmente” dominada.


En el largo recorrido que hicieron los teóricos para justificar esta “inferioridad femenina”, nos encontramos a expositores muy reconocidos. Por ejemplo, en la edad antigua, Aristóteles, padre de innumerables disciplinas científicas, estaba convencido, y así lo señalaba, que el ser mujer era ser un hombre disminuido, un varón imperfecto. El cuerpo femenino era algo inacabado, débil, frio. La mujer era, según su perspectiva, “el defecto, la imperfección sistemática respecto a un modelo”, el masculino. Además, justificaba explícitamente la dominación de la mujer por parte del hombre: “...como hemos visto, la ciencia de la administración doméstica tiene tres partes: una la relación del dueño al esclavo... otra, la relación paterno-filial, y la tercera, la relación conyugal... pues es una parte de la ciencia doméstica el gobernar a la esposa y a los hijos - a unos y a otra como a hombres libres, aunque no con el mismo sistema de gobierno, sino ejerciendo sobre la esposa un gobierno de tipo “político” y sobre los hijos un gobierno de tipo monárquico-; el varón, en efecto, es, por naturaleza, más apto para el mando que la mujer...”
Si seguimos recorriendo a grandes autores que se han dedicado a fundamentar “científica y teóricamente” la consabida inferioridad “natural” femenina, nos encontramos en la edad media con Santo Tomas de Aquino, quien era de la opinión que “la mujer no responde a la primera intención de la naturaleza, que apunta a la perfección, sino a la intención secundaria de la naturaleza, como putrefacción, malformación y debilidad de la edad”.
Fiel expositor y reproductor de una doctrina que dejó sin voz ni voto a las mujeres en el rito católico, creyente de que la mujer poseía una mente defectuosa y por ello necesitaba una especie de tutor, llegó a decir que: “la mujer necesita al marido no sólo para la procreación y la educación de los hijos, sino también como su propio amo y señor, pues el varón es de inteligencia más perfecta y de fuerza más robusta, es decir, más virtuosa”
Cualquiera hubiera pensado que esos pensamientos hubieran quedado atrás con la llegada de la Ilustración y la fe que el hombre puso en la razón humana para construir y deconstruir el mundo conocido y por conocer. Pero, nos volvemos a sorprender (¿?) al encontrarnos con un autor del tamaño de Rousseau, que aún hoy se sigue leyendo gracias a su construcción sobre el contrato social, y que en su obra “El Emilio o De la Educación” escrita en  1762, dividía el espacio público (naturalmente destinado para el hombre) del espacio privado (naturalmente destinado para la mujer), fundamentando la división sexual del trabajo en detrimento de la mujer. También era de la idea de que las mujeres no tienen la misma capacidad de uso de la razón que el hombre, por ello debe dedicarse, casi exclusivamente, a complacerlo.

Lo anteriormente expuesto, que sólo son algunos de los innumerables exponentes que dedicaron páginas y páginas, litros de tinta para justificar una inferioridad construida por ellos mismos, tiene la finalidad de reflexionar sobre el gran daño que han hecho al mundo femenino, autores que siguen legitimados hasta el día de hoy. Lo que queremos poner de relieve, es que es necesario saber que estos autores tan importantes en la historia del pensamiento occidental, pensaban de esta manera en relación con la mujer, y hay que marcar que este pensamiento mantiene la desigualdad que fundamenta la violencia. Decir que Rousseu fue un gran exponente de la racionalidad moderna, sin hacer la salvedad de lo que él pensaba de las mujeres, estaríamos legitimando todo su discurso, como si todo fuera igual de constructivo.

Si pensamos que era un mal de la época (un mal de todas las épocas, parece ser), la existencia de pensadores como el Marques de Condorcet, o John Stuart Mill, quienes abogabas por la igualdad entre mujeres y hombres, realmente pone de manifiesto que se podía pensar distinto, al igual que la existencia de Olimpe de Gouges, Mary Wollstonecraft y tantas otras, que pudieron trascender la dominación simbólica, en términos de Pierre Bourdieu, que se ejercía sobre ellas. En otro post recorreremos el pensamiento de aquellXs que creían en la igualdad, porque lxs hubo, simplemente no tuvieron tanta publicidad.

fuente: DE (s) GENERANDO EL GÉNERO

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