A lo largo de este año se realizará en un centro cultural de la zona norte del Gran Buenos Aires un curso sobre derechos humanos, masculinidades y género destinado a reflexionar sobre la construcción de los estereotipos de género en mujeres y varones. Las personas que lo facilitan integran la Campaña del Lazo Blanco. COMUNICAR IGUALDAD participó de una de las jornadas vivenciales en las que se debatió sobre patriarcado, feminismo y atención de varones violentos, entre otros temas.
“Todos los hombres por jerarquía y supremacía somos violentos. La restricción de los derechos de otros es violencia. Por eso hay que hacer promoción de derechos, esto previene futuras agresiones. Debemos transformar un sistema cultural que se encarna en los cuerpos. Por eso estamos frente a un tema socioeducativo. Es una encarnación que necesita cierto alivio y ligereza.” Hugo Huberman –integrante de la Campaña del Lazo Blanco- expone con un rotafolio como apoyo. Lo escuchan un grupo de unas 20 personas, el alumnado del Primer Curso de Formación Integral de Facilitadores en Derechos Humanos, Perspectiva de Género, Masculinidades y Ciclos vitales que se dictará durante todo este año en el Centro Cultural Aquí Amanece, de San Isidro.
Una mujer lo interrumpe: “Quienes trabajamos en escuelas, supongamos que detectamos un chico que, porque ya lo trabajó en talleres, se da cuenta que responde a esos estereotipos violentos, que todavía no pegó pero que siente que va por ese camino, ¿a dónde lo derivamos?”. La atención de los varones violentos será uno de los temas calientes que se aborden durante esta segunda jornada vivencial del curso. Cada participante va desgranando las inquietudes subjetivas que le presentan los temas que los facilitadores abordarán desde la teoría y a través de ejercicios de reflexión.
Huberman retoma: “Antes que atención de los agresores hay que hacer promoción de derechos, porque esto previene futuras agresiones. Además, la promoción de derechos no tiene costo y tiene muchos más beneficios que otras estrategias. Debemos tener claro que estamos frente a un problema cultural: los hombres que ejercen violencia no son enfermos mentales, el alcohol no tiene nada que ver con la violencia y que estén sin trabajo no los habilita a que golpeen a sus compañeras. El porcentual que tenemos de agresores con una base psiquiátrica es bajísimo, la enorme mayoría son agresores culturales. Y ayer nos costó mucho a los hombres presentes en el curso hablar de los privilegios que teníamos, esto quiere decir que todos podemos entrar en un paquete que dice ‘culturalmente violento’”.
Ahora es un varón el que interviene: “Estoy de acuerdo a largo plazo. Pero si yo mañana voy a una comisaria, a lo del médico o a una escuela, y digo que estoy ejerciendo violencia y que quiero solucionarlo: ¿qué me dicen?”
El que le responde es Rodrigo Aguilar –también especialista en masculinidades e integrante de la Campaña del Lazo Blanco-: “Hay que ir despacio porque si privilegiamos la atención de quienes tienen un lugar hegemónico en la sociedad, descuidamos a quienes en lugares de mayor vulnerabilidad. Hay que empezar con las mujeres víctimas, no solamente por una cuestión de presupuesto sino de visibilidad. Porque a partir de abordarlas, ellas hablarán del tema en sus hogares y entonces vendrán los varones. Y ahí sí debemos estar preparados para atenderlos”.
Espacios de poder
El día anterior a este sábado soleado, quienes están tomando el curso habían diseñado siluetas que representaban los modelos hegemónicos femeninos y masculinos. Las mujeres escribieron las cualidades de sus congéneres y lo mismo los varones.
Ellas anotaron, con frases largas: “No decir malas palabras”; “Jugar con muñecas”; “Saber hacer las cosas de la casa, ‘todas’”; “No debes estar en una reunión separada de tus amigas”; “Obedecerás las reglas de urbanidad para portarte como una señorita”; “Después del primer período menstrual, ahora si, ya sos una mujer”, “No juegues con nenes, no te comportes como una loca, comportate como una señorita, respetá a los hombres”.
Ellos, en su figura, con frases cortas: “Hacete cargo de los demás”; “A las mujeres les gusta que le falten el respeto”; “Pegale fuerte a la pelota”; “Vas a tener muchas novias”; “Futbol, estudioso, solidario, autosuficiente, proveedor, ser duro, trabajador”; “Cuidá a tu mujer”.
Este sábado, Huberman les pide que dibujen el plano de la casa que habitaban y en cada ambiente escriban si creen que es un espacio masculino o femenino. Esto desencadena reflexiones que van desde el feminismo y la conceptualización del patriarcado, hasta las relaciones intergeneracionales y pasan, claro, por la identidad de género hegemónica en cada espacio hogareño.
Un hombre dice: “Enfrente de mi casa hay un taller mecánico donde los viernes a la noche hacen asado, y es sólo de hombres. En mi casa, mi parrilla es masculina.” Un rato después agrega en otra intervención: “Yo lavo los platos, pero cuando se trata de sacar la basura a la calle no lo hago, se lo dejo a mi mujer. Es para llorar. Resulta que me hago el nuevo masculino en un área pero…”
Una mujer que trabaja en las fuerzas de seguridad relata: “Cuando soy yo la que maneja el móvil, los hombres se paran a mirarnos. Una vez que hicimos traslado de detenidos junto a otra mujer policía, toda la gente se paraba”.
Un hombre joven reflexiona: “Yo quiero saber de qué hablamos cuando decimos ‘femenino. Quizá es muy burro lo que voy a decir, pero yo creo que una forma de ejercer el poder femenina no es una forma feminista. Lo que yo marqué en el dibujo como femenino son en verdad espacios masculinos de la casa, porque son los varones quienes decidieron que fueran espacios femeninos”.
“Yo puse que la habitación de mi hija era femenina” le dice la mujer que trabaja en las fuerzas de seguridad. Y una chica joven, probablemente de la edad de su hija, le responde a su vez: “Yo puse que mi pieza era femenina pero ahora me doy cuenta que no ejerzo poder dentro de ella porque no puedo decidir quién entra. El poder es de mis viejos, por qué es masculino”. Otra mujer le dice: “Pero tu mamá es mujer y también tiene poder”. “Pero mi mamá no decide en casa –responde la chica-. Y mi hermano sí elige quién entra en su pieza”.
El hombre joven vuelve a intervenir: “Yo creo que está bueno sentir, y yo siento que como grupo estamos funcionando de forma machista y patriarcal. Por ejemplo nunca dejamos a alguien terminar de hablar, lo estamos interrumpiendo. Y ahí hay que poner el freno. Si nosotros que trabajamos de esto, no la tenemos clara, no vamos a poder aceptar al otro como legítimo otro… “
Interviene nuevamente Rodrigo Aguilar: “Me parece muy bueno que aparezca esto porque es algo muy notable en el grupo. Esto de arrebatar la palabra está muy presente. Y si queremos funcionar como grupo, tenemos que hacer acuerdos porque vamos a trabajar juntos un año. Entonces yo propongo que hagamos acuerdos antes de continuar. Y así pondríamos en práctica cómo darle la vuelta al tema de la imposición, ya que lo que traemos acá es lo que vivimos afuera”.
FUENTE: COMUNICAR IGUALDAD - POR SANDRA CHAHER
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